CARTA DE UN JOVEN ESCRITOR PARA IDA GRAMCKO
Puerto Cabello, 24 de mayo 2024
Apreciada señora:
Debo comenzar haciéndole saber lo mucho que aprecio su obra, y disculpándome sinceramente por hacerme consciente de ella a estas alturas. Veinticinco años yendo y viniendo, caminando y corriendo por este puerto de ensueño, y en definitiva; luego de leer sus letras y conocer su vida; he encontrado, que, lo que siento cuando la brisa llena mis poros de salitre y al escuchar el agua recorrer el espacio remanente entre roca y roca, no es un sentimiento meramente mío.
Querida Ida, sé que usted también lo sintió, aunque su padre no le haya permitido tocar el mar en su niñez. Estoy seguro de que no hizo falta. Tan iluso como pueda parecerle, a cualquiera que conozca de mis viajes y estadías en el universo del realismo mágico, también me sorprendí al conocer que compartimos el mismo signo zodiacal, Libra. Dos estrafalarios nacidos bajo el sol de octubre, usted el 11 y yo el 20, y aunque no signifique nada con exactitud; y no sé si usted crea en la astrología; encuentro ventura en las similitudes entre una mujer honesta, cuyas palabras transportan tanta sinceridad, como las claras aguas de los ríos de San Esteban y Borburata y mi persona. Pienso que cualquiera puede ser sincero, más la forma en la que puedo conectar con sus pasajes de campos floridos, mariposas y soledad, que no es falta de compañía, voces que se escuchan a lo lejos e invitan a estar y ser, pies descalzos y el servicio, es algo que requiere mucho más que una simple honestidad. Tal vez usted no tenga que pensarlo tanto, pero los que nos encontramos frente a un papel, queriendo cerrar los ojos, pero necesitándolos para continuar leyendo sus palabras, seguramente deseemos ser capaces de evocar esa misma fuerza con la que usted camina por el mundo y se detiene a escribir en papel lo que sus manos le digan. Aunque mi primer respiro no fue en esta ciudad cordial, fui bautizado en sus aguas, cosa que me llena de excelso orgullo, al igual que saber que usted salió de las entrañas de este pueblo de cacao y próceres. La admiro, y sostengo un amor de niño por la gente que admiro. Cuando uno es un infante, resulta muy natural querer ser como la gente que uno admira, y aunque mi niño interior quiere ser como usted, hoy sé reconocer el poder que yace en mí, más específicamente en ser yo.
Es casi inevitable querer y necesitar de su sabiduría aunque usted no me conozca y es por esa razón por lo que al encontrarme en un callejón sin salida y sin señalizaciones pensé en escribirle una carta para pedirle un consejo, unas palabras o lo que sea que usted pueda ofrecer a este joven indeciso. Estos últimos años no han sido del todo fáciles con mi corazón, ha sido una lucha al verme a mí mismo perdido o perdiendo cosas, tal vez cosas que nunca tuve y aún así perdí. ¿Qué haría Ida Gramcko? Tal vez no la dueña de poderosos pasajes y palabras pero la que ha luchado contra diablos y hombres en traje, la que se hizo un nombre con humildad, sencillez y autenticidad. ¿Qué haría al ver la vida que conocía escabullirse entre sus manos? Al ver el amor y las siluetas de lo que fue en atardeceres porteños de naranja y rosa, esos en los que se escucha el sonido de embarcaciones abismales atravesar canales para regresar de donde vinieron, mientras la gente continúa caminando por el malecón, esfumarse poco a poco y sin retorno. No sé la razón de mi miedo al cambio o a la transformación, ciertamente quisiera hacerme una habitación con esos momentos y poder regresar cada vez que lo necesite, pero que no es posible, y entonces acarreo una travesía cargando con esa necesidad. Ya soy alguien, pero quisiera poder lograr cosas por un momento, despertar y sentir que tengo algo y que mis palabras también tienen valor y que puedo aportar algo en algún lugar del mundo, que alguien me necesite. ¿Quién llama por mí, entonces? Si tuviera algo por mí, tal vez no necesitaría nada de otra persona y todo lo que perdí no sería ocupado por dolor, en vez de siquiera vacío. No pude evitar pensarle, ganadora de batallas, mujer del viento que ha recorrido tanto, dejando una estela, las marcas de sus pasos descalzos, mojados junto con hojas y flores de apamates.
Es casi vergonzoso que una persona que admiro, vea a través de la ventana de mi alma, pero en mi defensa, al menos yo siento que leerla me ha permitido tener la misma vista en su caso, por eso quizá creo que conozco algo de usted y por eso quizá, siento que usted podría entender mis dolencias. Me despido con un abrazo directo desde mi niño interior a usted, querida Ida.
Suyo con afecto:
Luis Fernando Hurtado.
Es entonces, cuando el escritor, sorpresivamente, encuentra una hipotética carta de Ida Gramcko, en respuesta a la suya:
Caracas, 25 de mayo 2024
Querido Luis Fernando:
Al momento de leer su carta no me esperaba viajar a través del tiempo, a lugares en los que descubrí una inefable paz en un carrusel hecho de palabras, lo suficiente angostos para recorrer los callejones de ese pedacito de cielo. Lugares que me hicieron. Algunos en los que mientras estuve, sabía que muy probablemente no retornaría, pero ciertamente eso los hizo, incluso, más especiales de lo que ya eran. No te disculpes por nada, todo llega a nosotros en el momento adecuado, te lo aseguro y aprecio que mis palabras signifiquen algo para usted. Con respecto a las similitudes entre usted y yo, particularmente soy fiel creyente de los poderes de la naturaleza, de lo caliente del sol en mi piel todas las mañanas. La palabra tiene la capacidad de extenderse a través de la psiquis colectiva y entonces serlo todo. Para mi, es magia ese calor matutino, todo lo que no puedo tocar, pero aún así, me produce algún estímulo. Así como bien pudo rememorar en mi las prohibiciones de mi padre en mi niñez, y con mucha razón como afirma, no necesité remojar los pies en las orillas para sentirlas yendo y viniendo en mi, y si a usted, Luis Fernando, le estimula saber que mi persona vino a este mundo bajo el décimo sol del año y que eso nos hace más símiles entonces yo, lo respeto y lo celebro. Si existe algo de mi en usted pues me llena de dicha por todo lo que usted y yo sabemos dentro.
Su juvenal admiración hacia mi y mis letras, me llena de dicha y le digo algo, no menosprecie el hecho de no haber nacido en nuestro Puerto. Propongo un ejercicio, cierre los ojos e imagine las corrientes de los suntuosos ríos de San Esteban y Borburata, recórralas ya sea caminando a un lado o paso a paso a través de las rocas y los pozos, y si es que puede llegar al final o más bien el comienzo, pregúntese de dónde provienen. Así es, desde lo profundo de la montaña, así como usted, de alguna forma, una corriente de agua dulce lo arrastró hasta el mar, usted fue adoptado por ese pueblo, siéntalo así y llénese de orgullo. A mi, me enorgullece saber que por su sangre corre también la sal con la misma fuerza con la que usted escribe de ese lugar, y pienso que todos deberían leerle.
Luis Fernando, puedo percibir el dolor en sus letras, cúmulo de muchos dolores, y siento que tenga que pasar por éstos, pero debemos sentirlo todo, y tal vez en algún momento vamos a despertar preguntándonos también a dónde se fue el dolor, si todos se van, si lo perdemos todo ¿Cuando es el turno del dolor? Piérdase Luis Fernando, en esos callejones de los que habla, aunque no tengan salida, piérdase en los laberintos y en las montañas cuando vea que la vida se le va de las manos y permita que lo que se está yendo, se siga yendo lejos con la corriente, solo así podrá encontrarse, si eso es lo que desea. Siga reconociéndose como lo grande que es dentro de su pequeñez, y aférrese a ese niño que aún no pierde la capacidad y la inocencia de admirar. Ese niño que tiene tiempo para detenerse a oler las flores. Mientras ese niño le acompañe, usted nunca estará realmente solo.
Luchar contra diablos y hombres de traje, no es un trabajo fácil ni uno del que uno pueda darse de baja, es la consistencia y la fuerza del interior lo que determina si unos días somos victoriosos o algunos otros perdemos la batalla. Lo importante es que todos los días tenemos la oportunidad de decidir luchar o no, y la magia del sol para iluminarnos. Estoy segura de que para usted, esa lucha del corazón no ha de terminar pronto, pero también sé por sus palabras que tiene todo lo que necesita para luchar y ser un ganador. Siga escribiendo y documentando todo lo que siente, tanto lo que le evoca al caminar bajo samanes, como lo que siente cuando las corrientes cambian su curso y se encuentra desamparado en lugares desconocidos, escuché con cuidado lo que la vida le tiene que decir, escuche a la montaña y los susurros que le trae la brisa, y siga explorando esas pasiones y talentos, no le prometo que encontrará su camino, pero sucede que, algunas veces, estamos buscando estelas de pasos o asfalto, pero nosotros estamos volando y en el cielo no hay caminos, solo libertad.
¿Qué haría yo? Tal vez alguna de esas cosas o tal vez nada. Tal vez me quitaría los zapatos e invocaría el viento y las hojas para que me acaricien en los lugares donde duele. En este caso, lo importante es que sea atento y observe el vacío, quizá se de cuenta de que no está tan vacío, y de que mientras se pregunta quién llama por usted, estará omitiendo los sonidos a su alrededor, a veces no se trata de quien nos llama sino más bien del llamado al que atendemos, joven. No sienta vergüenza por la desnudez del alma, hay personas que se despiertan todos los días e intentan tapar con trapos la verdad y junto con sus mochilas cargadas con tristezas y dolencias van por el mundo hiriendo a quien se les atraviese. Absténgase de ese tipo de vida, y aférrese a lo que sea que tiene. Siempre tenemos algo, si hoy son sus letras pues arrópese de ese poder personal y siéntase merecedor de la felicidad que usted puede crear y repartir a través de él. Por supuesto que puedo entender su dolor, porque aunque no detalle los acontecimientos, conozco lo tumultuoso del camino cuando se trata de soledad y ausencia, pero aunque usted no lo crea, he podido percibir a través de su carta un mensaje de buenaventura, aunque usted no lo crea, todo estará bien, Luis Fernando. Agradezco por su acercamiento, por su honestidad y por ese abrazo de niño y lo correspondo con un abrazo de adulta y un sostener de manos para acompañarle en el alma.
Con cariño:
Ida Gramcko
El autor de estas dos hermosas cartas, llenas de emoción, es un joven escritor, de nombre Luis Fernando Hurtado. Nacido el 20 de octubre de 1998, hijo de la gran Valencia (Carabobo, Venezuela) y el mar azul de las orillas de Puerto Cabello. Poeta y escritor autoproclamado, estudiante de Educación, mención Lengua y Literatura en la Universidad de Carabobo, y además, con la sensibilidad natural de ser aficionado a la música, las letras y su gran capacidad para tocar el alma. Él mismo se define como un explorador nato de la vida, a través del arte y de sentirlo todo.
Si estas dos cartas, han sido del agrado del lector, déjale un mensaje a Luis Fernando Hurtado, para animarlo a seguir escribiendo.







